Nuestra historia comienza en un aula de la Facultad de Geografía de la Universidad de Sevilla, en la que una serie de desconocidos de todas partes del mundo tuvo la suerte de conocerse.

Algunos de ellos, los autodenominados "supervivientes", todavía resisten al paso del tiempo, y motivados por su afán de salir de la jaula de cemento en la que viven entre semana, cada poco, se juntan para hacer camino juntos. Caminando se disfruta más del viaje.

viernes, 23 de agosto de 2013

Quiero huir del ruido de los hombres

Uno de los mayores placeres de subir a una montaña es, una vez en la cima y habiendo descansado un poco, sentarte y escuchar atentamente. Si tienes suerte de que no haya viento, ni gente alrededor, te sobrecoge el silencio absoluto.



Es un momento casi mágico, que te aleja un poco del resto del mundo, y que te hace sentir una extraña paz. El que ha tenido la oportunidad de experimentarlo alguna vez me entenderá perfectamente.

Otro momento especial que me ha llamado la atención últimamente es durante un descanso en el camino a siete lagunas, al sentarme junto a un salto de agua de un riachuelo. Te puedes quedar unos minutos empapándote tanto de la visión como del sonido del agua corriendo y cayendo, es casi tan hipnótico como observar la llama de una candela, y también te transmite sosiego.

  Conociendo nuevos grupos de música (para mí, que no nuevos en el panorama musical), esuche una estrofa de una canción de Eskorzo, que se refería a este tipo de momentos, según yo la interpreté. Se trata de la canción "Paraísos artificiales" y es esta estrofa:

"...Puede que no sepamos hacia donde vamos.
de donde venimos
y puede que eso de igual.
Y nos baste con solo un instante
de paz infinita y de tranquilidad..."




Y es verdad que en ciertos momentos sólo necesitamos eso, ese instante de tranquilidad y paz que te hace sentirte mejor y reencontrarte un poquito para retomar fuerzas para el día a día, y te sirve para alejarte de los traumas, agobios y hechos que te complican la vida. Yo encuentro esos momentos, por ejemplo, en una siesta en la playa (sin mucha gente alrededor), o en un atardecer en la costa mirando al oeste, u observando el mar golpear salvajemente contra las rocas de un acantilado, o en un desayuno infinito y sin prisas en la Alameda, o echando un sueñecito en una hamaca entre un bosque de pinos.


Todo este rollo, viene a que he tenido la suerte de encontrar muchos de esos momentos durante mi corto verano, entre Cazorla, Galicia, Sierra Nevada o la costa de Huelva, y creo que son momentos que pocas veces buscamos pero que son necesarios y tienen mucho más valor del que le damos en principio. lejos de ser " paraísos artificiales" como dice la canción, yo siempre encuentro estos momentos en paraísos naturales, a los que para llegar, muchas veces no hace falta más que un rato en bicicleta, autobús o coche.

 Os dejó una serie de sensaciones que os recomiendo que vivais. Y os invito  a que citéis ejemplos de esos momentos y paraísos artificiales, naturales o cómo sean, que os hagan abstraeros del mundo por un rato.

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